La necesidad de producir en exceso, en el trabajo y en casa, se ha vuelto endémica en los últimos años. Las redes sociales nos engañan haciéndonos creer que deberíamos poder administrar sin esfuerzo un trabajo a tiempo completo, entrenar como un atleta, educar hermosos y perfectos niños, cocinar un buen banquete tres veces al día y estar impecable mientras haces todo lo anterior.
Nuestra obsesión por estar ocupados nos ha consumido, en parte porque consideramos la llamada «pereza» como un defecto moral. Se supone que los logros son producto del trabajo incansable, mientras que la falta de éxito es el resultado de la holgazanería. Esta actitud malsana hacia la productividad puede provocar un agotamiento extremo junto con serios problemas de salud: anemia, soplos cardíacos…
Por eso nuestra cultura de trabajo actual parece ser insostenible. A diferencia de los robots, los seres humanos no fueron creados para realizar un trabajo perfecto día tras día durante ocho horas seguidas. De hecho, expertos médicos psicólogos indican que la mayoría de nosotros solo somos capaces de unas tres horas de trabajo decente al día, mucho menos que la jornada laboral estándar en la mayor parte del mundo. Necesitamos descansos para mantener un trabajo de calidad y para que nuestros cuerpos y mentes funcionen correctamente, y así aumentar la productividad y la creatividad a largo plazo.
La procrastinación tampoco es otra forma de pereza, como se suele decir. De hecho, la duda para hacer las cosas suele deberse al miedo al fracaso, a sentirse abrumado o al deseo de perfección. Nuestra cultura de plazos y revisiones tampoco ayuda. Al estar ansioso y paralizado, provoca que se sienta mucha vergüenza por el hecho de estar así, resultando en una espiral descendente interminable.
En este sentido las cosas no han hecho más que empeorar durante la pandemia. Para aquellos que tienen la suerte de poder trabajar desde casa, sus dormitorios y salas de estar se han convertido en oficinas improvisadas. El presentismo físico en la oficina ha sido reemplazado por uno virtual. Los empleados sienten la presión de estar constantemente disponibles, responder correos electrónicos y mensajes a todas horas del día y de la noche y mantener ese ritmo por temor a la inestabilidad económica.
La presión, percibida o real, está teniendo un efecto tangible. Contrariamente a lo que algunos podrían pensar, varios informes han concluido que la productividad de los trabajadores aumentó un 47% durante la pandemia. Por eso no se entienden actitudes absurdas de algunas compañías insistiendo en que sus empleados acudieran a la oficina durante el pico del brote de coronavirus, a pesar de que podían trabajar de manera efectiva desde casa.
Estudios científicos han demostrado repetidamente que la microgestión de los empleados, el aumento de la carga de trabajo y las horas extra disminuyen la productividad en lugar de aumentarla, sin embargo la cultura del trabajo ha cambiado muy poco en las décadas transcurridas desde que se conocen estos datos.
Así que aquí tienes algunos consejos para comprenderte mejor, establecer límites y vivir de la forma en que quieres vivir:
No intentes hacerlo perfecto a la primera
Si a menudo te encuentras procrastinando, recuerda que tu primer intento para hacer algo no tiene por qué ser perfecto. Reserva 20 minutos un par de veces a la semana para hacer ese trabajo que te resulta complicado poco a poco. Hazlo solo por ese tiempo asignado y sin pensar en mantenerlo en un estándar de perfección. Progresar en algo, aunque sea lentamente, es mucho mejor que simplemente imaginarlo.
Tus compañeros son tus aliados
Recuerda que aceptar trabajo adicional también establece estándares poco realistas para tus compañeros. Es importante salir de la espiral en la que todos decimos siempre que sí, simplemente por miedo. Crea un ciclo interminable en el que si tú dices que sí, tu compañero de trabajo siente que tiene que decir que sí, te compararás con tu compañero e intentarás asumir aún más. Hay que darse cuenta de que no eres un mal trabajador por decir que no, en realidad estás ayudando a liberar a las personas que te rodean.
Di que no (aunque te sientas culpable)
Decir “no” suele ser un buen remedio para el agotamiento. Pero, para algunas personas que constantemente se esfuerzan por demostrar su productividad, puede resultar una fuente de angustia y de culpa. Lo mejor para superar esos sentimientos es comenzar poco a poco. Encuentra pequeñas formas en las que puedas “decepcionar” a alguien, cuando sepas que no te va a perjudicar de ninguna manera: no vas a perder tu trabajo o una amistad de toda la vida. Identifica también sitios donde te encuentres relajado y practica el decir “no” de una manera tranquila y acostumbrándote a la incomodidad que puede provocar al principio.
No hagas nada
En realidad, permitirse no hacer nada es especialmente difícil para las personas que miden su valor en términos de la cantidad de tareas planificadas para ese día. Prueba a anotar tus pensamientos y sentimientos durante una media hora a la semana. Descubrirás que este ejercicio te proporcionará claridad, calma y serenidad, lo que te permitirá reconocer las cosas que realmente son importantes para tu bienestar.
No te quites mérito
Sabemos que el ser humano tiende a centrarse en los aspectos negativos en lugar de los positivos. Nos reservamos nuestras críticas más duras para nosotros mismos. Sin embargo, hay muchas cosas importantes que hacemos todos los días: cuidar a las personas que queremos, cuidar de nuestros hogares, apoyar a las personas con las que trabajamos. No estamos valorando cuánto esfuerzo e impacto tienen estas acciones. Reconocer lo mucho que estás haciendo en realidad te ayudará a comprender si realmente estás al límite de tu capacidad, para aceptar que no puedes hacer nada más en ese momento.